El diario de Noa: Capítulo 160º

Por fin llegaron las dichosas 7 de la tarde y, sorprendentemente, demostré una gran naturalidad y espontaneidad al bajar a mi portal. Yo misma me sorprendí al comprobar lo tranquila, calmada y natural que estaba, sobre todo si lo comparamos con la tarde tan excitada que había tenido. Nada más ver llegar a Edu no pude evitar dejar escapar una sonrisa, pues él sí que se había cambiado de ropa poniéndose más elegante y guapo. Estaba más claro que nunca lo importante y esencial que iba a ser esa cita para él y el tiempo que llevaba esperando ese momento. No voy a aburrir describiendo aquí las conversaciones que mantuvimos mientras nos tomamos un refresco en un bar. Solo he de decir que Edu fue en todo momento un cielo pues estuvo encantador, sensible, romántico, detallista, ilusionado, feliz, halagador y muy atento conmigo. Me contó las muchísimas ganas que tenía de salir conmigo desde siempre y que llevaba una eternidad deseando que llegase ese momento. Que yo era la chica de sus sueños y que me lo que más quería en esta vida era estar conmigo. Excusa decir que todo lo que me dijo me encantó y maravilló. Llevaba toda una vida deseando escucharlo y, aunque desde Abril pasado sabía a ciencia cierta que yo era lo más importante en su vida (por todo lo que pasó aquella inolvidable noche en el chalet donde perdimos la virginidad), fue un verdadero placer escucharlo POR FIN de sus propios labios y confirmar palabra por palabra lo que yo siempre había sabido en lo más interno de mi corazón.

Una nueva era se abría sin duda ante mí. El momento había llegado. Todo parecía indicar que por fin Edu y yo saldríamos juntos tras tantos años de espera. Porque tres años de espera en la adolescencia son como treinta años en cualquier otra época. En esos tres años habían pasado muchas cosas, muchísimas, pero nuestros caminos por fin se cruzaban como estaban destinado y, lo que es más importante, por fin se iban a exorcizar todas las obsesiones que nos habíamos producido el uno al otro a lo largo de esos años. Quedarían al fin liberado todo lo que nos habíamos provocado el uno al otro desde los 14 años. Mentiría si dijera que no estaba expectante, emocionada, ilusionada y entusiasmada por la nueva era que se habría ante mí. Y una cosa tenía clara, la iba a aprovechar cada segundo del día pues anhelaba a Edu (aunque me costó muchos años reconocerlo) y Edu me deseaba a mí. Era el cocktail perfecto que por fin se iba a desarrollar.

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