El diario de Noa: Capítulo 162º

Los estudios: Siempre he sido, modestia aparte, una estudiante excepcional, por eso me cabreó que en ese mes de Octubre descuidase tanto los estudios y que apenas atendiese en clase. Me volví una vaga y me descentraba continuamente. Pero era inevitable, no solo porque las actividades lúdicas con Edu (deporte, cine, etcétera) me quitasen tiempo de estudiar sino que me era imposible pensar en otra cosa que en nosotros y nuestra estupenda relación.

El sexo: Ya desde el primer día que empezamos nos enrollamos bestial y pasionalmente como no podría ser menos, aunque no nos llegamos a acostar. Él me lo pidió a lo largo de toda la semana pero yo me negué todo el rato y solo dejé que me tocara los pechos (tanto por encima como por debajo de la ropa) y que nos morreábamos. ¿Por qué no quería que nos acostáramos? Pues no sé, quizás por venganza por lo mal que se portó conmigo en Abril cuando no quiso cortar con Graciela después de haberse acostado conmigo. Solo sé que disfrutaba viendo cómo se le formaban un bulto muy visible en el pantalón por las erecciones en el pantalón y, sobre todo, cómo al negarme a acostarme le crecía incluso más ese bulto fruto de la frustración y el deseo sexual. De todos modos esta agonía solo duró hasta el viernes, pues esa noche en la parte trasera de su coche me convenció para hacerlo. Por supuesto no fue tan memorable como aquella primera vez en Abril (y más aún teniendo en cuenta todas las veces que desde entonces lo había hecho con Rafa) pero sí que disfruté muchísimo y a través del sexo (o más concretamente de la consumición de nuestro mutuo ardiente deseo sexual) pude liberar y exorcizar todas las obsesiones que ambos arrastrábamos desde los 14 años. ¿Todas? No, todas no, algo quedaba por aclarar y hablar todavía.

Nuestras relaciones sexuales, a pesar de que siempre fueron muy apasionadas, placenteras, completas y duraderas, nunca eran del todo satisfactorias y plenas. No sabía porqué. Nunca me sentía completamente realizada y satisfecha del todo por mucho que durasen o por muy a fondo que se emplease. ¿La causa? No sé. Pero estaba claro que era algo psicológico lo que me impedía disfrutar al máximo y no alcanzar nunca el orgasmo. Era algo oculto en mi subconsciente. Y hasta que no liberase qué se ocultaba en mi subconsciente nunca podría gozar del todo y a toda plenitud esos encuentros sexuales. Un buen día, tras mucho meditar y reflexionar, me di cuenta que a pesar de toda nuestra diversión, compenetración, coleguismo, buen rollo y sintonía entre ambos a lo largo de esas semanas aún quedaba algo pendiente escondido en lo más interno de nuestro corazón y de nuestro ser interior. Algo que debía aclararse entre los dos de una vez por todas. Por lo que una tarde a finales de Octubre decidí dar el gran paso y plantear ese oculto tema de discusión.

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