Quién diría que le costó al principio empezar a hablar, porque una vez que se relajó y comenzó a hablar y desahogarse ya no paró. Estuvo todo el rato contando una y otra vez más o menos lo mismo: el miedo, los nervios, cómo se excitó, cómo le gustaba y cómo disfrutó. Por lo menos se tiró 20 minutos hablando sin parar sobre todo esto mientras yo le escuchaba complacida y feliz. Ese monólogo me estaba aportando mucha felicidad interior y más satisfacciones de las que en un principio pensé. Cuando por fin paró de hablar le hice una pregunta incisiva: “¿Y con cuál de las dos veces disfrutastes más?”. Al ser tan directa conseguí que nuevamente se sonrojase y se avergonzase. Tardo muchos segundos en contestar, pues necesito de dicho tiempo para recuperarse del agobio y de los calores que le entraron de golpe. Finalmente dijo: “Bueno, me gustó mucho más la de los 16 años, cuando tú tenías 15, porque hice muchas más cosas y avancé más”. Sonrió al decir esto y bajó un poco la cabeza un poco avergonzado por todo lo que estaba confesando esa tarde. Prosiguió diciendo: “Además, es que aquella vez tú estabas incluso más guapa y más elegante, me gustastes mucho más”. Me hice la sorprendida y le pregunté: “¿Ah, sí?, ¿Y qué es lo que llevaba porque no me acuerdo”. Me acordaba perfectamente (¡como olvidarlo!) pero quería asegurarme que él también lo recordaba con todos los detalles. Necesitaba saber que para él había sido igual de impactante y memorable. Dijo: “Pues llevabas un precioso jersey de rombos anaranjado con una camisa blanca debajo y unos vaqueros azules”. Efectivamente. Eso era lo que llevé. Y que me lo dijera así de entusiasmado complació ese morbo fantasioso fetichista que siempre he tenido con la ropa.
Falsa e hipócritamente me hice la sorprendida: “¿Ah sí?, Ah, pues no me acordaba de que llevaba eso”. Y antes de que hubiese terminado mi frase Edu resopló y dijo: “Ufff, vaya que si lo llevabas. Estabas preciosa. Estabas impresionante y guapísima. De hecho… tuve una erección allí mismo”. Me quedé flipada al escuchar eso. Dentro de lo que cabe era lo más lógico y natural que un chico de 16 años al jugar así con una chica de 15 acabe teniendo una erección, pero nunca en todos estos años me plantee que podría haber pasado eso. No sé. Cierto que todo fue muy morboso, fantasioso, sensual y fetichista pero no creía que fuese como para tener una erección. La mirada de Edu al contar todo esto estaba como ida, como ausente y embobada. Volvió a decir para sí mismo: “Joder, es que estabas muy buena, me encantastes”. Y yo en ese momento de forma totalmente inconsciente, espontánea y sin pensar dije: “Bueno, si quieres en plan fantasía puedo vestirme más o menos igual y repetirlo un día de estos”. No sé cómo dije eso. Me salió de dentro. Fue mi subconsciente el que habló. Esas palabras no salieron de mí. Sin embargo, ahí estaban dichas y el efecto no pudo ser más fulminante, pues Edu se quedó pálido y petrificado, sin habla y con la cara totalmente desencajada. Supe que tenía que decir algo rápido para quitar hierro al asunto y que se olvidase lo que acababa de decir, pero justo cuando iba a abrir la boca, Edu soltó entusiasmado e ilusionado: “Sí, sí, sería genial hacerlo, sería una pasada, estaría de puta madre. Joder, que buena idea, muchas gracias por proponerlo miniña”.
En realidad yo no lo había propuesto, sino mi inconsciente o mi subconsciente, pero no yo desde luego. Supongo que esa fijación fetichista que siempre tuve me traicionó y me obligó a decir eso, pero ya era tarde para echarse para atrás si no quería quedar como una tonta. Además, Edu ya estaba montándose sus propias ideas e historias, me dijo: “Lo cierto es que es fácil, porque camisas blancas tienes y vaqueros también, solo haría falta un jersey parecido así de rombos”. Me flipó lo animado y entusiasmado que se puso en un momento. Eso me agradó y debo reconocer que me excitó. ¿Era esto justamente lo que necesitábamos para aportar morbo fetichista a nuestra relación y así conseguir que nuestras relaciones sexuales fueran por fin totalmente satisfactorias y plenas? Es posible que sí, porque estaba claro que a ambos nos apasionaba la idea y ambos llevábamos eso dentro de nosotros hace mucho. Era pues el momento de liberar y exorcizar de una vez ese deseo oculto tan importante. Por lo que le dije: “Bueno, tengo un jersey de rombos, no es anaranjado, es oscuro, pero podría valer”. Edu volvió a sonreír y se puso risueño como un colegial. Derrochaba felicidad y entusiasmo por los cuatro costados. Solo dijo: “Sí, sí, claro que valdrá, joder, va a ser genial, va a ser una pasada” y nada más terminar de decir eso me dio el beso más intenso y sentido de todos los que nunca me dio. Era pura felicidad. Era la felicidad hecha persona. Y debo reconocer que yo, aunque no tanto como él, también estaba un poco expectante e ilusionada por esta curiosa fantasía que nos acabábamos de montar. Ya solo faltaba decidir el día y el lugar para llevarla a cabo y así reventar de dicha y gozo de una vez por todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario