El gran acontecimiento tuvo lugar el último día de Octubre, el día 31, y el lugar, como no, en el chalet. No podía creer que estuviese nerviosa ante la expectativa de realizar esta fantasía, pero vaya que sí lo estaba. No sé porque algo tan tonto e incluso absurdo podría proporcionarme tanta inseguridad, intranquilidad, escalofríos y nervios. Era una fantasía curiosa sin duda, pero también era mucho más que eso. Pues era volver a repetir ahora a los 17 años lo que nos marcó de por vida a Edu y a mí a los 14 y 15 años. Pocos años habían pasado, pero para los dos habían sido siglos el tiempo que había transcurrido y las obsesiones que nos había ocasionado desde entonces. La causa de la gran obsesión oculta en nuestro subconsciente que no nos permitía tener relaciones sexuales completas y totales, pues siempre había ese resquicio de obsesión fetichista de lo ocurrido a los 14 y 15 años cuando me hice la dormida. Ahora estábamos, por fin, preparados para liberar y exhumar esa obsesión. Para liquidarla del todo. Para eliminarla por siempre de nuestro subconsciente y por fin llevar a cabo el mayor acto de sensualidad y sexualidad conjunta entre Edu y yo. Mucho había ocurrido en estos años, demasiadas cosas y demasiada guerra psicológica entre ambos con tanta indiferencia y frialdad. Ambos nos habíamos hecho demasiado daño y ahora era el momento de poner fin a todo eso. ¿Y cómo? Pues rememorando en plan catártico lo que pasó aquella noche para así satisfacer nuestros deseos más ocultos, internos y oscuros. El deseo sexual iba a ser por fin liberado y era lógico estar ambos nerviosos por ello.
Al llegar la chalet los dos sonreímos nerviosamente tras cerrar la puerta. Por unos momentos se produjo un molesto e incómodo silencio que me crispó más aún los nervios. Bastante duro era ya tener las hormonas adolescentes revolucionadas y bastante era estar a punto de realizar la fantasía más emblemática, visceral e importante para nosotros, para que encima se produjesen esos silencios tan enervantes. Finalmente Edu estalló a hablar. Y lo dijo de forma contundente mientras sonreía nerviosa y tímidamente: “bueno, ¿nos vamos a la habitación y lo hacemos?”. Yo no ayudé mucho a tranquilizar el ambiente, pues tarde muchísimo tiempo en responder con un escueto “sí”. Era increíble, habíamos hecho Edu y yo por lo menos 12 veces el amor desde que empezamos a salir. Habíamos tenido todas esas relaciones sexuales completas. Y, sin embargo, ahora nos sentíamos completamente vírgenes el uno con el otro. Como si el consumar esta fantasía fuese una perdida total de virginidad para ambos. La perdida de virginidad real. Y en cierta manera lo era. Pues habíamos consumado físicamente nuestros cuerpos, pero ahora, por fin, íbamos a hacerlo psicológicamente para así se una vez por todas exorcizar la obsesión de aquellas noches a los 14 y 15 años.
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