Lo que ocurrió a continuación fue previsible. Pues ambos, exhaustos y derrotados por la batalla campal y por liberar todo ese deseo psicológico oculto durante todos esos años de adolescencia, nos quedamos profundamente transpuestos y adormilados abrazados el uno al otro. Y curiosa y paradójicamente solo en ese momento mientras dormíamos me tocó las tetas bajo el sujetador. La fantasía por fin se había llevado a cabo. Por fin se había exorcizado y por fin habíamos tenido una relación sexual completamente satisfactoria y plena a nivel físico y psicológico. La espera había merecido la pena. Ya jamás volverían los recuerdos de los 14 y 15 años a nuestra mente y ya esa obsesión de la pubertad quedaría fulminada del todo. Joder, cómo lo necesitamos y la del tiempo que nos llevó dar muerte a esta obsesión que tanto marcó nuestra adolescencia. Permanecidos adormilados poco más de 5 minutos. Al cabo de ese tiempo yo me levanté ensimismada hacía el cuarto de baño. Me miré en el espejo. Estaba resplandeciente y pletórica, me encontré más feliz que nunca y más satisfecha que nunca y, sobre todo, como si me hubiese quitado un gran peso de encima. Como si llevase desde hace años una carga psicológica que no me hacía ser feliz del todo y que tras esa noche desapareció del todo.
Estaba absorta mirándome como una tonta ante el espejo intentando asimilar todo lo acontecido aquella noche, cuando de repente noté la presencia de Edu detrás mía. No dijo nada, solo me abrazó por detrás y metió su mano por dentro de mi camisa desabrochada para acariciarme los pechos. Solo dijo una cosa: “Hay que repetirlo. Hay que repetir esto todos los días. Hay que hacerlo todos los días”. Yo afirmé con la cabeza. Poco me podría proporcionar más placer que volver a repetir todos los días de la semana esta fantasía y sabía que todos los días iban a ser igual de espléndidos. Qué equivocada estaba. Pues si aquella noche fue inolvidable y memorable también fue un punto de inflexión en mi relación con Edu, pues ya nada volvió a ser igual. Y me explico. Al día siguiente volvimos ilusionados al chalet a volver a repetir y experimentar lo del día anterior. Pero ya nada fue igual. Ya la magia se había perdido. Al consumar la fantasía del todo ya no tenía gracia y ni Edu ni yo le encontramos aliciente al hecho de que jugara con mi ropa mientras yo me hacía la dormida y que me follara después. Pero peor aún fueron los siguientes días. Durante toda una semana quedamos para hacerlo y cada día fue peor que el anterior. Ya ni se molestaba en jugar con mi ropa. Ni de darle morbo fetichista ni tan siquiera le importaba que me hiciese la dormida. Ya todo se limitaba solo a follar. Y pocas cosas hay más aburridas e insustanciales en la vida que solo follar.
Yo me sentí tremendamente decepcionada y frustrada por esto. En solo unos pocos días se perdió toda la magia, todo el encanto, todo el morbo y toda la satisfacción psicológica de esta fantasía. Desde que la llevamos a cabo el primer día ya se perdió todo su poder y magnetismo. Ya liberamos nuestras obsesiones psicológicas y deseos carnales aquella primera noche y eso fue la bomba que detonó todo el encanto de la atracción mutua entre Edu y yo. Ya no me sentía atraída por él. Y él solo se sentía atraída por mí solo para echar un polvo insustancial y meramente físico (y si algo había aprendido a mis 17 años es que los polvos para las chicas son más mentales que físicos). Por lo que la monotonía, aburrimiento y frustración se apoderó de mí desde los primeros días. Edu parece que se contentaba solo con poder echar un polvo todos los días, pero yo necesitaba más, mucho más, necesitaba ese morbo fetichista obsesivo que habíamos perdido por completo. Era increíble que con lo fuerte que era lo nuestro se desvaneciese en el aire tras consumarlo en esa inolvidable noche de pasión. Por lo que de repente, ante mi propio asombro, me di cuenta que no quería seguir saliendo con Edu. La chispa, la magia, el deseo y la obsesión se habían borrado de mi mente. Era ya una persona indiferente para mí y todo lo que había acumulado durante todos esos años, desde los 14 años, se disolvió en mi memoria para siempre. Pero sin duda, el desencadenante de nuestra ruptura definitiva fue una pequeña acampada que hicimos los de la pandilla el sábado siguiente.
Estaba absorta mirándome como una tonta ante el espejo intentando asimilar todo lo acontecido aquella noche, cuando de repente noté la presencia de Edu detrás mía. No dijo nada, solo me abrazó por detrás y metió su mano por dentro de mi camisa desabrochada para acariciarme los pechos. Solo dijo una cosa: “Hay que repetirlo. Hay que repetir esto todos los días. Hay que hacerlo todos los días”. Yo afirmé con la cabeza. Poco me podría proporcionar más placer que volver a repetir todos los días de la semana esta fantasía y sabía que todos los días iban a ser igual de espléndidos. Qué equivocada estaba. Pues si aquella noche fue inolvidable y memorable también fue un punto de inflexión en mi relación con Edu, pues ya nada volvió a ser igual. Y me explico. Al día siguiente volvimos ilusionados al chalet a volver a repetir y experimentar lo del día anterior. Pero ya nada fue igual. Ya la magia se había perdido. Al consumar la fantasía del todo ya no tenía gracia y ni Edu ni yo le encontramos aliciente al hecho de que jugara con mi ropa mientras yo me hacía la dormida y que me follara después. Pero peor aún fueron los siguientes días. Durante toda una semana quedamos para hacerlo y cada día fue peor que el anterior. Ya ni se molestaba en jugar con mi ropa. Ni de darle morbo fetichista ni tan siquiera le importaba que me hiciese la dormida. Ya todo se limitaba solo a follar. Y pocas cosas hay más aburridas e insustanciales en la vida que solo follar.
Yo me sentí tremendamente decepcionada y frustrada por esto. En solo unos pocos días se perdió toda la magia, todo el encanto, todo el morbo y toda la satisfacción psicológica de esta fantasía. Desde que la llevamos a cabo el primer día ya se perdió todo su poder y magnetismo. Ya liberamos nuestras obsesiones psicológicas y deseos carnales aquella primera noche y eso fue la bomba que detonó todo el encanto de la atracción mutua entre Edu y yo. Ya no me sentía atraída por él. Y él solo se sentía atraída por mí solo para echar un polvo insustancial y meramente físico (y si algo había aprendido a mis 17 años es que los polvos para las chicas son más mentales que físicos). Por lo que la monotonía, aburrimiento y frustración se apoderó de mí desde los primeros días. Edu parece que se contentaba solo con poder echar un polvo todos los días, pero yo necesitaba más, mucho más, necesitaba ese morbo fetichista obsesivo que habíamos perdido por completo. Era increíble que con lo fuerte que era lo nuestro se desvaneciese en el aire tras consumarlo en esa inolvidable noche de pasión. Por lo que de repente, ante mi propio asombro, me di cuenta que no quería seguir saliendo con Edu. La chispa, la magia, el deseo y la obsesión se habían borrado de mi mente. Era ya una persona indiferente para mí y todo lo que había acumulado durante todos esos años, desde los 14 años, se disolvió en mi memoria para siempre. Pero sin duda, el desencadenante de nuestra ruptura definitiva fue una pequeña acampada que hicimos los de la pandilla el sábado siguiente.
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