Y es que David mutó en una persona totalmente distinta. Se convirtió en otra persona dominado por la rabia, el deseo y la inconsciencia. Dejó en ese justo momento de ser la persona que había conocido hasta entonces. Se metaformoseó en alguien visceral, violento y sexualmente desatado. Todo fue extremadamente rápido y agresivo. Pues de repente le vi incorporarse del sofá, agarrarme, tirarme bocarriba encima del sofá y colocarse encima mía. Sin delicadeza ni tacto empezó a sobarme las tetas por encima del jersey, a tocármelas con deseo, y digo tocar porque eso no eran caricias sino tocamientos bruscos y casi compulsivos. Yo quería que fuese más despacio, mucho más despacio, pero estaba tan desatado y enfadado que ni me escuchaba. Pues traté de hablar un par de veces y me obvió por completo. Solo fue directo al grano. Directo a tocarme las tetas y a satisfacer su deseo sexual tanto tiempo reprimido y contenido. De repente me subió con rapidez el jersey y empezó a tocarme las tetas por encima de la camisa. Fue justo en ese momento, cuando tomé conciencia de que todo estaba saliendo fatal y me di cuenta el gran error que había cometido con David, ya que no comprendía lo que en su día si entendieron Edu y Rafa, y es que el encanto de la fantasía era jugar con la ropa en plan fetichista para así satisfacerme tanto psicológica como físicamente.
Porque David me gritó: “Venga, ponte de pie, aquí a mi lado, hazlo”. Yo, totalmente desconcertada y aturdida por el volumen de su voz y por la brusquedad de sus actos, me levanté lenta y torpemente del sofá hasta colocarme a su lado. Él me miró de arriba abajo con fijación, como examinándome, deleitándose de lo que veía y con mucha seguridad en sí mismo (la misma seguridad y firmeza que jamás demostró todas las semanas que estuvimos saliendo donde siempre fue apocado, tímido, reservado y sumiso). Había cambiado totalmente. Se había crecido y se sentía poderoso. Me gritó: “quítate ese jersey de una vez”. Por un momento tuve la sensación de que podía despertar en él su instinto fetichista de jugar con la ropa y así conseguir yo excitarme un poco con el morbo del tonteo de la ropa. Por lo que le dije de forma insinuosa: “¿No prefieres quitármelo tú poco a poco a tu ritmo?” Su respuesta no pudo ser más contarte y seca: “¡Déjate de gilipolleces y quítatelo ya de una vez, joder!” Eso me enfrío totalmente, me dejó noqueada y se me vino abajo cualquier posibilidad de jugar fetichistamente con el rollo de la ropa. Estaba claro que ese no era el rollo de David y qué quería otras cosas para saciar su apetito físico. Por lo que con desgana y malestar me quité el jersey y lo tiré encima del sofá. La camisa rosa a cuadros que yo llevaba a mí me gustaba mucho y pensaba que produciría el mismo efecto en él, pero enseguida me di cuenta que le importaba un bledo lo que llevase bajo el jersey y que no era ese su interés.
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