El diario de Noa: Capítulo 179º

Y es que David mutó en una persona totalmente distinta. Se convirtió en otra persona dominado por la rabia, el deseo y la inconsciencia. Dejó en ese justo momento de ser la persona que había conocido hasta entonces. Se metaformoseó en alguien visceral, violento y sexualmente desatado. Todo fue extremadamente rápido y agresivo. Pues de repente le vi incorporarse del sofá, agarrarme, tirarme bocarriba encima del sofá y colocarse encima mía. Sin delicadeza ni tacto empezó a sobarme las tetas por encima del jersey, a tocármelas con deseo, y digo tocar porque eso no eran caricias sino tocamientos bruscos y casi compulsivos. Yo quería que fuese más despacio, mucho más despacio, pero estaba tan desatado y enfadado que ni me escuchaba. Pues traté de hablar un par de veces y me obvió por completo. Solo fue directo al grano. Directo a tocarme las tetas y a satisfacer su deseo sexual tanto tiempo reprimido y contenido. De repente me subió con rapidez el jersey y empezó a tocarme las tetas por encima de la camisa. Fue justo en ese momento, cuando tomé conciencia de que todo estaba saliendo fatal y me di cuenta el gran error que había cometido con David, ya que no comprendía lo que en su día si entendieron Edu y Rafa, y es que el encanto de la fantasía era jugar con la ropa en plan fetichista para así satisfacerme tanto psicológica como físicamente.

A David en cambio le daba igual la ropa que yo llevara, le importaba un bledo, no era nada fetichista, no dijo absolutamente nada de mi jersey, ni de la camisa ni de nada, él solo quería tocar mis tetas y satisfacer lo más rápido posible su deseo sexual. Intenté tantearle y orientarle un poco a ver si conseguía extraerle un poco de fetichismo. Le dije: “¿Te gusta como me queda esta camisa rosa a cuadros?”. Ni me contestó. Pues en esos momentos solo se dedicó a comerme los pechos por encima de la camisa. Todo el encanto de la fantasía se estaba perdiendo. Todo el espíritu de la fantasía de los 14 años no tenía sentido con David. Él solo quería satisfacerse después de haber sufrido tanto durante tantos meses. Por lo que solo se limitó a tocarme y besarme los pechos por encima de la camisa. Da igual la ropa que hubiese llevado. Nunca se hubiera fijado en ella porque no le interesaba el rollo fetichista, solo saciar su deseo sexual tan hibernado todas esas semanas. Y, de repente, todo cambió bruscamente, pues se quitó de encima de mí y se puso de pie al lado del sofá. Me miró con fiereza, con intensidad y con muchísimo deseo. Sabía que algo iba a pasar. Algo gordo. Pero jamás pude imaginar que llegase a ser lo que finalmente pasó.

Porque David me gritó: “Venga, ponte de pie, aquí a mi lado, hazlo”. Yo, totalmente desconcertada y aturdida por el volumen de su voz y por la brusquedad de sus actos, me levanté lenta y torpemente del sofá hasta colocarme a su lado. Él me miró de arriba abajo con fijación, como examinándome, deleitándose de lo que veía y con mucha seguridad en sí mismo (la misma seguridad y firmeza que jamás demostró todas las semanas que estuvimos saliendo donde siempre fue apocado, tímido, reservado y sumiso). Había cambiado totalmente. Se había crecido y se sentía poderoso. Me gritó: “quítate ese jersey de una vez”. Por un momento tuve la sensación de que podía despertar en él su instinto fetichista de jugar con la ropa y así conseguir yo excitarme un poco con el morbo del tonteo de la ropa. Por lo que le dije de forma insinuosa: “¿No prefieres quitármelo tú poco a poco a tu ritmo?” Su respuesta no pudo ser más contarte y seca: “¡Déjate de gilipolleces y quítatelo ya de una vez, joder!” Eso me enfrío totalmente, me dejó noqueada y se me vino abajo cualquier posibilidad de jugar fetichistamente con el rollo de la ropa. Estaba claro que ese no era el rollo de David y qué quería otras cosas para saciar su apetito físico. Por lo que con desgana y malestar me quité el jersey y lo tiré encima del sofá. La camisa rosa a cuadros que yo llevaba a mí me gustaba mucho y pensaba que produciría el mismo efecto en él, pero enseguida me di cuenta que le importaba un bledo lo que llevase bajo el jersey y que no era ese su interés.

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