Y fue gracias a Iñigo que reparé en ello. Aunque lo realmente paradójico e irónico es que ¿quién me iba a decir a mí que Iñigo, aparte de ayudarme a definir mi estilo para siempre, iba a ser en un futuro muy próximo el chico con el mejor me iba a compenetrar nunca en temas de fetichismo morboso? Ese mes de Enero fue determinante en mi vida por muchos motivos y casi todos esos motivos relacionados con Iñigo. Todo empezó una tarde que me llamaron para tomar café Iñigo y Pilar. Desde un primer momento ambos me insistieron, una y otra vez, que debía probar suerte en el mundo de la moda y que reunía todas las cualidades para ser una modelo. Yo pensaba que bromeaban y no les tomaba en serio. Pero no dejaron de insistir y de contarme cómo empezaron ellos siendo unos críos en el mundo de la moda y que ahora les llamaban para muchas cosas como fotos, promociones, desfiles y demás eventos. Tanto Pilar como Iñigo me comieron la cabeza una y otra vez, y halagaron mi forma de vestir clásica y elegante diciendo que siempre había sabido vestir con clase y estilo (salvo, claro está, ese horrible mes que me dejé influenciar por la ropa hippy y moderna). Lo cierto es que me resultaba tentador al menos pensarlo en poder hacer mis pinitos en algo que me encantaba. Porque si algo me chiflaba desde niña era la moda y todo lo relacionado con ella. Le daba mucha importancia y me gustaba vestir elegante. Entonces ¿por qué no hacerlo de un modo más profesional o simplemente amateur a ver qué tal me salía?
Tras esa tarde de café salí totalmente convencida. Eso sí, con dos condiciones. Primero, al ser todavía menor de edad (aún me faltaba un mes para cumplir los 18 en Febrero) necesitaba el consentimiento de mis padres, y segundo, quería empezar por algo super sencillo, amateur y simple. En ese aspecto fue Pilar la que me animó a anunciar un reloj. En la agencia donde ella solía trabajar, la habían comentado que estaban buscando una modelo rubia para anunciar un reloj caro de marca. Yo solo tendría que mostrar el reloj llevando unas gafas de sol. Ese era el único requisito: las gafas de sol y mostrar el reloj. Más sencillo no podía ser y no había mejor manera de empezar por lo que enseguida me animé. Lo primero que hice fue hablar con mis padres los cuales, ante mi asombro, me apoyaron desde el principio incondicionalmente y hasta me animaron siempre y cuando no descuidara los estudios. Solventando el tema de mis padres y disponiendo de su autorización para hacerme esas fotos solo me quedaba una gran duda ¿Qué ponerme? ¿Cómo ir vestida? ¿Me darían ellos la ropa a elegir? Pilar e Iñigo despejaron todas mis dudas al decirme que vistiera como me diera la gana, que lo hiciera de forma normal como cualquier día y que no pensase en ello, que no le diese vueltas. Eso era fácil de decir pero vaya que sí le di vueltas hasta que me decidí qué me pondría ese día. Finalmente me obligué a no comerme mucho el tarro con este tema y elegí un sencillo jersey gris de cuello alto.
El día que se iban a hacer las fotos (pues se hacían varias aunque luego se publicasen solo una) estaba con los nervios a flor de piel. Pilar me apoyó muchísimo y me relajó en todo momento. Me convenció para que fuese natural, espontánea y yo misma. Me decía que la cámara capta la naturalidad de las personas y que mi mayor baza era precisamente que, de forma natural y espontánea, yo ya era elegante y atractiva para la cámara, aunque fuese solo para anunciar un simple reloj. De todos modos, he de reconocer que llevar gafas de sol en la sesión de fotos me relajó un poco pues potenció el anonimato y no se me reconocería enseguida. Por lo que allí estaba yo, aquel día de Enero, ante un fotógrafo profesional con mi jersey gris de cuello alto, mis gafas de sol y el espléndido reloj que debía mostrar en las fotografías. Tomé airé. Me tranquilicé. Y vaya que sí funcionó, pues los minutos se me pasaron volando y, antes de que me diera cuenta, habían terminado de hacerme las fotos. Aunque solo era una de las aspirantes para ese anuncio del reloj, y sabía que había muchas probabilidades de que no me cogieran entre todas las candidatas, yo estaba loca de contenta y no pude refrenar dar un inmenso abrazo y beso tanto a Pilar como a Iñigo que me acompañaron en todo momento. Y ya, desde ese primer día noté algo en la mirada de Iñigo, una chispa y algo especial. Al notarlo no pude evitar ruborizarme un poco, sobre todo porque tenía a Pilar al lado, y ella era su novia desde siempre. Pero esa sensación, lejos de decrecer, se amplificó considerablemente los siguientes días.
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