El diario de Noa: Capítulo 187º

Pero claro, tarde o temprano tendría que llegar algo que lo desencadenase todo y yo muy tonta no fui capaz de preverlo y evitarlo. Ocurrió a mediados de Febrero en la celebración de mi cumpleaños. Por fin cumplía los 18 años. Por fin era ya mayor de edad. Por fin empezaba una nueva vida para mí. Y estaba muy contenta ante tan magno evento. Los 17 años (aparte de perder mi virginidad) habían sido muy intensos y especiales. Me habían ocurrido multitud de cosas a los 17 años y había sido un año completísimo en que me pasó de todo. Y presentía que los 18 iban a ser igual de especiales, asombrosos y emocionantes. Lo intuía y tenía ya ganas de saber qué me depararían los 18 años. Por lo que hicimos en mi chalet una macrofiesta donde no reparamos en detalles y donde todo el mundo se lo pasó genial. ¿Todo el mundo? Pues no, porque yo me llevé un par de sorpresas muy inesperadas que me enturbiaron un poco la celebración de mi mayoría de edad. Para empezar Edu, que desde que rompimos meses atrás había asumido que ya no volveríamos, se puso muy tontorrón pidiéndome volver a lo largo de la noche cada vez que nos quedábamos solos en la fiesta. En los últimos meses apenas había intentado nada y lo había asumido, pero esa noche, no sé si porque bebió en exceso, estuvo muy pesado casi suplicando que volviéramos. A mí me hizo verdadero daño el tener que decirle una y otra vez que no. Edu era el pasado. Eso lo tenía clarísimo, y aunque siempre estará en mi corazón por todo lo que pasó desde los 14 años no quería volver a tener nada con él. Ya mi obsesión con él había finalizado hace mucho y no quería volver a entrar en ese juego.

Pero, la mayor sorpresa de la noche me la dio, como era de esperar, Iñigo. Ya, desde el principio de la macrofiesta me temí lo peor, pues Pilar no pudo asistir porque había tenido que ir a una sesión de fotos a Barcelona, por lo que solo vino Iñigo. Y eso era mucho peligro emocional y sentimental. Aunque tenía muy claro que jamás le haría daño a Pilar. Y nunca forzaría una infidelidad. Todo empezó con la entrega de su regalo. Me lo entregó con la tranquilidad y calma que siempre le caracterizaron. Desde un principio supe que iba a ser ropa. En parte era lógico. Todo el mundo que me conoce sabe siempre que lo que más me gusta que me regalen por mi cumpleaños era ropa. Pero desde luego jamás pude llegar a imaginar lo que me regaló Iñigo. Nada más abrirlo me percaté perfectamente de ello. Al resto de la gente obviamente no le llamó la atención pero yo sí que supe que aquel regalo era todo menos espontáneo y sin pretensiones. Aún así, trate de disimular y decidí que ya lo hablaría con Iñigo más tranquilamente cuando estuviésemos a solas. El regalo en efecto era ropa, pero no una ropa cualquiera, pues era un jersey, una camisa y unos pantalones, pero no unos cualquieras, y de eso me di cuenta en cuanto los vi, eran exactamente iguales a los que llevaba Scarlett Johansson en “Lost in traslation” en esa escena. Eran los mismos. El mismísimo jersey gris sin mangas, la misma camisa azul a rayas y los mismos pantalones negros. Todo exactamente igual. Eso me quedó totalmente descolocada y fuera de lugar sin saber qué decir. Estaba claro que Iñigo estaba jugando conmigo y con el fetichismo que le producía esa actriz en esa película.

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