Por lo que nos fuimos ambos muy contentos a su casa a sacar las fotos de la cámara y a volcarlas en el ordenador. Apenas tardó 3 minutos en volcar todas las fotografías que me hizo (aproximadamente unas 100). Acto seguido se conectó al MSN y efectivamente allí le estaba ya esperando Pilar. Le estuvo contando por la webcam todo lo que habíamos hecho ese día. Lo bien que nos lo habíamos pasado, lo mucho que nos habíamos divertido y el mogollón de fotografías que me había hecho. Le pasó alguna de esas fotografías y Pilar dijo que también le gustaban mucho y que salía muy bien. Yo me preguntaba, mientras manteníamos los tres esta conversación por webcam, si Pilar era consciente que esa ropa era la misma que la de Scarlett Johansson en “Lost in traslation” o si solo era una broma privada entre Iñigo y yo. En ningún momento dijo nada que delatase que se había dado cuenta de esa coincidencia, por lo que supongo que nunca supo que Iñigo me la regaló por ese morbo fetichista que tenía hacía esta actriz en esa película. De todos modos en breves minutos iba a ocurrir algo que sí que me descoloco del todo. Pues estábamos venga a reír y bromear a través del MSN cuando noté nuevamente la mano de Iñigo sobre la mía, acariciándola de forma tierna y suave. Por supuesto Pilar no podía ver eso a través de la webcam pero mi cara sí que debió cambiar porque me sentí muy turbada por lo que estaba haciendo Iñigo. Yo no sabía qué hacer. Por lo que disimulé todo el rato para que Pilar no sospechase nada. A partir de ese momento los minutos se me hicieron eternos. Pude por fin respirar tranquila cuando apagamos de una vez el dichoso MSN.
Nada más apagarlo quise recriminar a Iñigo por esas caricias sobre mi mano, pero no me dio tiempo, porque él se levantó tan tranquilo y empezó como si nada a desconectar la cámara del ordenador. Como si no hubiese pasado nada. Era como si lo hiciese subconscientemente lo de esas caricias y no se diese cuenta. De todos modos yo ya me sentía lo suficientemente incómoda por esta situación como para querer irme para casa. Por lo que le dije: “Oye, se me ha hecho muy tarde. Me voy ya para casa. Ya me pasarás algunas de las fotografías en un pendrive mañana o pasado. ¿vale?”. Iñigo no pareció inmutarse por mi repentino interés por querer irme tan rápido a casa. Es más, dijo tranquilamente: “Vale, ya te seleccionaré cuáles son las mejores y te las pasaré”. Por lo que ambos nos dirigimos a la puerta para despedirnos y fue entonces cuándo me pregunto: “¿Te puedo hacer otra foto más?”. Me pareció chocante y absurdo ese ruego, pues tenía por lo menos 100 fotos mías vestida así, pero enseguida matizó su ruego: “Pero sin el jersey, quítate el jersey y quédate solo con la camisa”. Pude ver perfectamente en sus bonitos ojos un brillo especial que delataba un deseo sexual reprimido hasta ese momento. Noté como ansiaba que me quitara el jersey y hacerme el amor allí mismo. Me asusté. Por lo que rápidamente dije: “No, no. Ya tienes muchas fotos. Ya otro día. Venga. Nos vemos otro día. Chao”. Y salí por la puerta. Bajé corriendo los pisos por la escalera a gran velocidad. No quise ni coger el ascensor. El corazón me latía frenéticamente y solo quería estar a solas para que se calmase de una vez.
Puede que mi salida de su casa fuese muy melodramática y excesiva. Al fin y al cabo solo me había pedido una foto sin el jersey y quizás eran imaginaciones mías ese deseo sexual que veía en sus ojos. Quizás me estaba dejando llevar por la ansiedad y me estaba comportando paranoicamente. Al fin y al cabo él me gustaba mucho, más que nadie en el mundo, pero era tal conflicto interno el que me provocaba que fuese el novio de Pilar que me hacía imaginarme cosas raras. Por lo que me apoyé en la puerta de su portal a respirar de forma sosegada y a tranquilizar los latidos de mi corazón que no hacían más que latir de forma desbocada. De nada sirvió que me tranquilizará, pues de repente vi a Iñigo justo a mi lado en el portal. Me quedé anonadada y sin saber qué hacer o decir. Él sonrió y me puso su dedo índice en mi boca para que no dijera nada. Solo me dijo: “Tranquila miniña, ha sido un día muy intenso y ahora solo tienes que relajarte”. Acabó de decir esa frase y me besó impetuosamente en los labios, un beso de más de 6 segundos por lo menos. Un beso tierno, suave, intenso, cariñoso y muy sensual. Un beso inolvidable. Un beso eterno. Y un beso que bajó todas mis defensas al mínimo. En ningún momento me separé de su cara para esquivar el beso o para rechazarlo. Y debería haberlo hecho. Pero mi sentido común no me respondía y lo cierto es que me sentía muy bien tras ese beso. ¿Me estaría enamorando por primera vez en mi vida? A pesar de mis 18 años nunca había estado antes enamorada de nadie (lo de Edu fue siempre una obsesión, no un enamoramiento). Fuese lo que fuese, era un conflicto, y de los gordos.
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