Antes de salir de mi habitación me volvió a besar cariñosamente y me susurró al oído: “¿Quedamos mañana a las 7 de la tarde en tu portal?”. Yo asentí. Y él me recordó lo que no hacía falta que me recordase: “Recuerda, ve vestida como ya sabes. Te haré disfrutar mucho. Va a ser mucho más morboso todo”. Por supuesto se refería que me vistiese con la ropa que él me regaló, que fuese vestida de nuevo como Scarlett Johansson en “Lost in traslation”, es decir, con el conjunto específico tanto le obsesionaba en plan fetichista (el jersey gris sin mangas, con la camisa azul a rayas y el pantalón negro). Por una parte no me hacía mucha gracia que tuviese esa fijación por ese conjunto al estar asociado a una famosa en vez de a mí, pero por otro lado sí que despertaba en mí cierto morbo por saber qué habría planeado para el día siguiente, por lo que asentí de nuevo. Nada más irse Iñigo de mi casa, y de despedirse de mi madre con una tranquilidad y naturalidad asombrosa (quién diría viéndole todo lo que habíamos hecho minutos antes). Y a partir de ese momento sí que me obligué a ponerme a estudiar ya en serio y me centré ya toda esa tarde/noche en estudiar a fondo.
Al día siguiente, cumpliendo sumisamente (o quizás no tan sumisamente porque a mí también me motivaba la idea) los deseos de Iñigo me vestí con el conjunto ese que tanto le ponía. Aun quedaban muchas horas para las 7 de la tarde, pero ya desde la mañana me vestí así y fui a clase así. Y, ciertamente, había algo de morbo en todo ello pues yo misma me sentí algo excitada, motivada y expectante por lo que me tendría preparado. De todos modos me obligué a no pensar en ello y a no distraerme, en esos momentos lo principal era atender en clase. Aunque sí que, según fueron acercándose las 7 de la tarde me fui poniendo más nerviosa, porque de repente me vinieron a la mente todo lo que había ocurrido el día anterior y todo lo que habíamos hecho. El día anterior había sido bestial. Una pasada. Uno de los días más importantes de mi vida, sin duda. Y de repente, tuve la necesidad de escribir para mí misma en un documento de Word todo lo que había ocurrido el día anterior, donde relaté con todo detalle todo lo ocurrido 24 horas antes (y que luego, dos años después, me ha venido muy bien para volver a escribirlo todo cronológicamente cómo lo estoy contando en esta gran relato que ya ocupa cientos de folios).
Estaba tan enfrascada narrando todo en ese documento de Word que no me di cuenta que se me echaron encima las 7 de la tarde, y solo cuando de repente sonó una llamada perdida de Iñigo en mi móvil salí del trance de escritora en el que estaba enfrascada. No me extrañaba que me hiciera una llamada perdida. Eran casi las 7 y 10, llevaba ya 10 minutos esperando, por lo que guardé todo lo escrito y cerré el portátil. Bajé corriendo las escaleras y me lo encontré en el portal esperando. No tenía cara de enfadado ni disgustado por la espera, al contrario, me sonrió alegremente y me miró de arriba abajo para cerciorarse de que iba vestida como él quería. Lo cierto es que me acuerdo perfectamente que Iñigo también iba muy guapo, con una chaqueta de ante, una camisa a rayas muy elegante y unos pantalones negros. Nunca me cansaré de decir que Iñigo siempre fue el chico más elegante y con estilo que he conocido, aparte del más guapo, claro. Nos montamos en el coche y me comentó que había pensado que podíamos ir al chalet de su tío. No me pareció mal y le dije que me parecía bien. Muchas sorpresas me iban a esperar en ese chalet. Mira que yo ya tenía bastantes experiencias morbosas en mi chalet (sobre todo con Rafa), pero las que Iñigo me tenía preparada iba a ser una de las más excitantes, sensuales, originales y tremendamente morbosas.
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