Al llegar al chalet de su tío me sorprendió muchísimo como cogió su portátil del asiento de detrás del vehículo. Le pregunté: ¿para qué coges el ordenador?. Él misteriosamente no me respondió. Eso me mosqueó un poco. No me gustaba su misterioso silencio y que no me respondiese. Una vez entramos en el chalet me tenía preparada un par de sorpresas totalmente inesperadas. Una de ellas no pudo ser mejor, pues me comentó que había conseguido que una Agencia de Azafatas y Eventos (obviamente omitiré dar aquí el nombre de dicha agencia) se interesase por mí y que querían que hiciese una sesión de fotos para un anuncio de ropa y también había conseguido que pudiera hacer de figurante en un anuncio. Sin duda, Iñigo me ayudó muchísimo en mi todavía muy breve carrera como modelo y sin él jamás hubiera conseguido nada. Tampoco es que en estos dos años haya hecho cosas excepcionales, en absoluto, pero todas las sesiones de fotos, figuraciones y pases que he hecho ha sido gracias a Iñigo que se volcó en mí desde el principio. Pero aquella tarde a los 18 años esas noticias me encantaron y me llenaron la cabeza de muchos sueños. Ambos eventos iban a tener lugar en pocas semanas, en Marzo y ya desde esa tarde estuve expectante e ilusionada por ello.
Pero aquella tarde me tenía deparada una sorpresa mucho mayor. Muchísimo mayor, aunque no de connotaciones laborales, sino eróticas y morbosas. Yo que ya a mis 18 años me creía muy madura y experimentada en todo lo morboso, fetichista y erotismo (lo cual no era cierto pues no hacía ni 10 meses que había perdido mi virginidad) me acabó sorprendiendo por lo imaginativo, fantasioso y fetichista que llegó a ser Iñigo esa tarde en el chalet de su tío. Y el motor detonante de la fantasía que se había montado -aparte de vestirme con ese jersey, camisa y pantalón a lo Scarlett Johansson en “Lost in traslation”- era el portátil que se trajo consigo. En un principio pensé que querría ver fotos o vídeos eróticos para ponerse o algo así. Pero nada más lejos de la realidad. Pues solo encendió el ordenador. Activó un programita y empezó a verse en una pantallita nuestra imagen. Su objetivo era grabarnos todo lo que fuéramos haciendo. Grabar todo un vídeo y luego guardarlo en el disco duro del portátil. Eso me intimidó muchísimo, me asustó muchísimo y en un principio le dice que no. Me negué en redondo. No me hacía ninguna gracia este asunto y esta fantasía de grabarnos. Me sentía tremendamente incómoda y nerviosa. No estaba preparada para algo así. Me apabulló y amedrentó la idea de poder grabarnos.
Iñigo trató de tranquilizarme y de relajarme. Le quitó hierro al asunto diciendo que ese vídeo jamás nadie lo vería. Que sería algo exclusivo entre nosotros dos. Que le pondría una contraseña para que nadie pudiese acceder a ese fichero y que solo se grabaría lo que ambos quisiéramos que se grabase. Es decir, algo en plan light y nada de cosas fuertes ahí los dos desnudos en plan pornográfico. El vídeo iba a ser algo muy light y algo íntimo entre nosotros dos. Nada erótico ni porno, solo en plan suave y solo grabaría lo que quisiésemos. Y si el resultado no nos gustaba pues entonces lo borraría. Sus palabras me convencieron por completo, aunque en todo momento estuve muy recelosa y no me hacía ninguna gracia un vídeo mío junto a Iñigo en plan cariñoso. Sabía muy bien que ese vídeo jamás saldría de su portátil y que nunca navegaría por Internet. Iñigo era ante todo un caballero y sabía que eso nunca lo haría. Por lo que poco a poco dejé de estar tan intimidada y nerviosa y le dije: “bueno, vale”. Él sonrió y antes de darle al botón de grabar solo me dijo: “Será algo muy sencillo. Muy nuestro. Solo quiero grabar como te acaricio por encima de esta ropa que tanto me pone. Solo eso. Solo fetichismo”. Acto seguido se puso a grabar y yo por fin me relajé y me convencí a mi misma que sería bonito para los dos tener grabado algo así. Aunque lo cierto, es que durante los primeros minutos de grabación los nervios no me abandonaron del todo, por lo que estuve poco natural y espontánea. Pero enseguida todo eso se me fue pasando.
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