El principal motivo por el que enseguida me relajé fue por la extrema delicadeza, dulzura y suavidad con que me trató Iñigo. Pues yo no hacía más que mirar la imagen nuestra en el programa del ordenador. Ver lo que estaba grabando y eso me ponía muy nerviosa, pero Iñigo se colocó detrás de mí y empezó a besarme la nuca con tan sutileza y exquisitez que enseguida me olvidé que la webcam nos estaba grabando y me dejé llevar. Por los besos en mi nuca y en mi cuello eran pura dulzura y sensualidad. Al cabo de unos minutos besándome así se me olvidó por completo la grabación y la webcam del portátil. Solo quería que siguiese besándome. La fascinación, deseo y atracción que siempre sentí por Iñigo nubló mi mente, y el sentirme tan deseada de igual manera por él me satisfacía muchísimo. Aunque para ello tuviese que vestirme de esa forma tan peculiar que tanto le excitaba a él.
Al tenerle pegado a mi espalda pude percibir perfectamente como se le fue formando una erección en su pantalón y cómo ésta fue creciendo poco a poco hasta notarla muy entonada del todo. En ningún momento dejó de besarme, solo se limitaba a recorrer mis brazos con sus manos, acariciando suave y fetichistamente mis brazos por encima de la camisa (hay que recordar que el jersey gris era sin mangas) y esas caricias, combinadas con los besos y chupetones, me excitaron bastante, aunque a él mucho más porque notaba su erección más intensa que nunca. De repente le noté que miraba fijamente el monitor del portátil, observando nuestra imagen que se estaba grabando y deleitándose al saber que estábamos siendo grabando de forma tan íntima. De repente soltó una frase: “Hay que conseguir que esos pezones se exciten tanto que se transparente a pesar de la camisa y el jersey. Lo voy a conseguir”. Solo decir eso ya me excitó. Pero lo que hizo a continuación ya sí que me alteró y entonó más de lo que supuse.
Porque Iñigo de repente con gran rapidez se bajo su pantalón y su calzoncillo, dejando libre su excitadísimo miembro viril el cual restregó contra mi pantalón. Eso me dio mucho morbo. Y supongo que también a él. Pero lo que más morbo me dio de todo eso fueron dos factores, el saber que la webcam seguía grabando y, sobre todo, que no me dejaba mirar hacía atrás, porque cada vez que giraba mi cabeza me besaba vehemente el cuello para no poder hacerlo. Solo podía sentirlo mediante el tacto de rozar y restregar su pene desnudo y erecto contra mi pantalón. Fue todo muy excitante. Y más que lo iba a ser. Porque de repente dijo algo así como “echemos más leña al fuego” y sin que yo se lo negase me desabrochó el pantalón negro y me lo empezó a bajar. Yo no se lo impedí. Solo miré cómo lo hacía. Lo miraba como si no fuese mi pantalón el que se estuviese bajando. Como absorta por todo lo que estaba pasando y que no tuviese nada que ver conmigo. Pero vaya que sí que tenía que ver. Porque enseguida noté como empujó su pene contra mis braguitas y como, lo metió por dentro de mis braguitas, rozándolo así contra mi culo. Fue tan la excitación que solté sin quererlo un suspiro y un gemido, tras lo cual me ruboricé al recordar que estábamos siendo grabados por la webcam de su portátil.
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