No puedo decir que en esos momentos Iñigo fuese dulce y delicado, porque restregó su inmenso pene contra mi culo con mucha agresividad y vehemencia. Como si quisiera penetrarme por detrás pero no se hubiese decidido todavía a hacerlo. Como si se contentase solo chocando su pene contra mí. Y lo cierto, es que eso me excitaba mucho más que si me hubiese penetrado por atrás. De repente le escuché decir: “bien, bien, ya se están marcando un poco los pezones en el jersey, ayudemos un poco más a esos pezones”. Y dicho esto, empezó a acariciarme los pechos por encima del jersey. De vez en cuando, subía agresivamente el jersey y me acariciaba por debajo del jersey, para acto seguido volver a bajar el jersey y acariciarme por encima. Todo en plan muy fetichista, saboreando que yo fuese vestida así mientras empujaba su pene contra mí. También empezó a decir cosas como “sí, así, que se marquen las tetas, consigamos que a pesar de la ropa se marquen esas tetas y esos pezones se pongan duritos”. Yo, sabiendo lo que le ponía todo ese rollo fetichista de haberme vestido como Scarlett Johansson en esa película, le dije intencionadamente: “¿te pone que me haya vestido específicamente así como en la película?”. No obtuve respuesta. Solo obtuve que agresivamente me colocó para poder penetrarme por atrás y lo hizo con todas sus fuerzas. Me dolió muchísimo lo rápido y brusco que lo hizo, aunque segundos después solo sentí placer, gozo y satisfacción sexual.
Iñigo puso sus manos en mis caderas mientras me penetraba por detrás. Lo hizo con pasión. Con entrega. Casi con furia. Solo se detuvo un momento para decir: “sí, lo conseguimos, ya se te marcan los pezones a pesar del jersey y la camisa, ya se te marcan, y están muy duritos, se nota mucho, a pesar de la ropa se marcan”. No me extraña que se me marcaran a través de la ropa, pues estaba sumamente excitada por el tremendo cocktail del morbo fetichista de la ropa, del portátil grabando con la webcam y de Iñigo penetrándome por detrás. En ese momento la impaciencia se apoderó porque empezó a quitarme la ropa con gran torpeza a mucha velocidad, como si la vida le fuese en ello, quitándome el jersey, desabrochando torpemente la camisa hasta quitármela y no dejando de metérmela en ningún momento, todo en plan apresurado, ansioso y muy excitado. Pero aún me tendría preparada otra sorpresa inesperada, pues cuando creía que seguiríamos haciendo así el amor sin parar en esa posición, se salió de mí y con una amplía sonrisa me dijo: “Vístete de nuevo así. Ponte de nuevo la camisa y el jersey”. Yo algo desconcertada lo hice en plan sumisa, aunque en el fondo me molestó bastante tener que parar de hacerlo, en ese momento de máxima excitación, para otro de sus juegos fetichistas.
Cuando ya estuve vestida de nuevo me obligó a arrodillarme delante de la webcam y me puso su pene delante de mis labios. Estaba claro que quería inmortalizar ante el vídeo que estaba grabando con la webcam una felación como la del día anterior. Yo me quedé cortada y un poco descolocada. Pero a Iñigo no pareció importarle que yo no estuviese por la labor, porque empujó su pene hasta mi boca hasta que, por puro instinto involuntario, lo introdujo en mi boca. Aunque lo cierto es que una vez dentro de mi boca sí que me dio morbo todo aquello porque recordé de repente todo lo que había pasado en mi habitación el día anterior y lo memorable que fue aquella felación. Por lo que sin pensármelo mucho allí estaba yo a mis 18 años haciendo por segunda vez en mi vida una mamada a un chico. Por segunda vez en mi vida haciendo una mamada a Iñigo y lo que siempre me pareció repugnante, vejatorio y asqueroso me encantaba cuando se lo hacía Iñigo. ¿Sería por estar enamorada por primera vez en mi vida? ¿Sería porque Iñigo era igual de morboso, fetichista y obsesivo que yo? No sé. Solo sé que lo disfrutaba. Aunque desde luego él lo disfrutaba mucho más a juzgar por los gemidos de placer que entonó sin cesar.
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