La felación duró un rato considerable. Él cual empleó Iñigo en mirar continuamente en el monitor del portátil para cerciorarse de que se estaba grabando todo perfectamente. De repente, con algo de brusquedad, sacó el cuello de mi camisa por fuera del jersey y tiró de él como indicando que acelerara el ritmo. Por unos segundos fue él el que impuso el ritmo, pues si tiraba del cuello de mi camisa hacía arriba yo aceleraba un poco más, mientras que si permanecía sin tocarme el cuello yo seguía a mi ritmo de siempre. Finalmente muy complacido por todo lo que estaba ocurriendo (también yo estaba muy complacida, he de reconocerlo, si fuera cualquier otro chico jamás hubiese disfrutado con eso, pero con Iñigo era diferente) . Él no dejaba de sonreír, y no dejó de hacerlo en ningún momento. Se llevó la mano a la cartera que guardaba en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó un preservativo. Con mucha delicadeza me colocó de nuevo mirando hacía la webcam del portátil. Se puso el preservativo y empezó a penetrarme de nuevo en la posición del perrito. Yo estaba muy excitada, he de reconocer, pero podía ver en el monitor que él en esos momentos estaba mucho más excitado y me deseaba con pasión.
Las embestidas al penetrarme no fueron nada fuertes. Al contrario. Fueron muy suaves y lentas, como si estuviese saboreando cada una de ellas, como si las estuviese disfrutando lenta y pausadamente, como si hubiese disfrutado al máximo con la felación y ahora solo quisiese deleitarse en plan lento penetrándome por detrás. Solo hizo dos cosas aparte de penetrarme. Una quitarme lentamente poco a poco el jersey el cual tiró lejos de donde estábamos. Me quedé en camisa. Y la segunda cosa que hizo fue desabrocharme poco a poco la camisa mientras veía como lo iba haciendo en el monitor del portátil. Me desabrochaba un botón, me abría lo que podía la camisa y me penetraba de nuevo por la excitación que eso le producía. Me desabrochaba otro botón y volvía a repetir el mismo proceso. Así hasta que desabrochó todos los botones y me abrió la camisa del todo. Estaba claro que el morbo fetichista de esa ropa (y sus connotaciones con Scarlett Johansson en la película) le alteraban y entonaban muchísimo. No llego a quitarme la camisa del todo, pues cuando se disponía a hacerlo, se aceleró involuntariamente por la excitación en sus embestidas y acabó corriéndose.
Si antes de eso tenía una sonrisa perenne en los labios, después de correrse su sonrisa era más acentuada y expresiva que nunca. Con sumo cuidado, y sin dejar de sonreír en ningún momento, se salió de dentro de mí, se sacó el preservativo repleto de semen y se acercó a tirarlo a la basura. Acto seguido, con toda la normalidad del mundo, se acercó a mis labios y me besó al mismo tiempo que cerraba el programita de grabación que había estado ejecutando el portátil hasta ese momento. Sin lugar a dudas, fue uno de los momentos más eróticos, sexuales y morbosos de toda mi vida. Cierto que no hacía ni un año que había perdido la virginidad, pero en esos 11 meses que habían pasado mi vida sexual, por un motivo u otro, fue tremendamente intensa, placentera y gozosa. Aunque siempre, de forma discreta, confidencial y anónima, pues nuevamente no le podía contar a mis amigas que tenía una relación con Iñigo ya que habíamos acordado no contárselo a nadie para no hacer daño a Pilar. Aunque si soy sincera, al igual que me pasaba con Rafa, el llevar en secreto en plan confidencial una relación le daba incluso más morbo al asunto.
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