El diario de Noa: Capítulo 212º

A partir de ese momento todo se desarrolló con mucha rapidez, tanto que no pude ni digerirlo. Porque nada más poner la canción (me acuerdo perfectamente que era una de “Extremoduro” que duraba muchísimo) metió la mano por debajo de mi falda y empezó a acariciarme el culo. No me dio tiempo ni a reaccionar, pues antes de que dijera algo había cambiado la posición de su mano directo a mi entrepierna y la acariciaba con lujuria, con mucha lujuria al mismo tiempo que decía: “¿A qué te da mucho morbo que te acaricie así y además sin llevar el tanga?”. No contesté. Pero sí que debía ser morboso y excitante la situación porque noté perfectamente como se endurecían mis pezones y solo balbucee a decir: “oye que puede entrar Santi en cualquier momento, que va a entrar ya mismo”. Iñigo, muy seguro de sí mismo, pasó de mi comentario y de la advertencia y con brusquedad me bajó los pantys lo suficiente para meterle mano directamente. Antes de que me diera cuenta estaba acariciando directamente mi vagina desnuda y metiendo un dedo. Me estaba acariciando con un morbo brutal. Mi sentido común me obligó a volver a decir: “Que Santi tiene que estar a punto de volver, para ya”, pero no lo dije, al contrario, solo tuve la necesidad de desabrochar la camisa de Iñigo y, al mismo tiempo que lo hacía, él empezó a meter dos dedos dentro de mí y a masturbarme con gran rapidez. Fue cosa solo de unos 3 minutos, no más, pero me sentí tan excitada que hasta se me olvidó donde estábamos. Solo volví a la realidad cuando bruscamente Iñigo se separó de mí para poner otra canción. Algo acelerado mientras se abrochaba la camisa me dijo: “Venga, vístete, que va a venir este tío”.

Me vestí mecánicamente, estaba atolondrada e ida, me había interrumpido en el momento que más estaba gozando y al salir del cuartito estaba completamente ida y descolocada. Me quedé sumamente frustrada. Fue un bajón tremendo y la fantasía de Iñigo de meterme mano en el cuartito solo sirvió para provocarme una frustración de tal calibre que ya en todo el resto de la noche estuve de bajón, malhumorada, desganada y apagada. Es increíble cómo la frustración sexual puede influir tantísimo en el estado anímico de una, pero esa noche fue ya una bajada total, y solo consiguió frustrarme y desmotivarme. Luego más tarde comprendí que todo formaba parte de la intención de Iñigo de excitarme con pequeñas cosas y fantasías no resolutorias para que así nuestros futuros encuentros sexuales fuesen más placenteros y gozosos. Pero aún me quedaban muchas fantasías por llegar.

Y vaya si acabaron llegando esas fantasías. Pues no paso ni un día en que entre Iñigo y yo no llevásemos a cabo alguna fantasía diaria. Bueno, en realidad todas las fantasías eran de él, yo solo las cumplía sumisamente, pero lo cierto es que me excitaban tanto como a él. Iñigo me conocía muy bien y sabía activar el morbo fetichista que tanto me gustaba, por tanto todas esas fantasías se fueron realizando a lo largo de ese mes de Marzo tan intenso. No sé cómo pude ir durante esa época tan bien en los estudios y aprobar todo, porque no estaba concentrada nada en el instituto, y solo mi cabeza pensaba en las fantasías sexuales o sensuales que haríamos Iñigo y yo esa tarde cuando quedásemos. Lo cierto es que dichas fantasías durante esos días no es que fuesen muy originales, eran más o menos la de todos los chicos, es decir, hacerlo vestida de colegiala, hacerlo en un sitio público en plan superdiscreto pero al mismo tiempo con cierto riesgo, ver algunas películas eróticas (siempre eróticas, no porno, odio el cine porno), hacerme la dormida mientras el jugaba con mi cuerpo y mi ropa, montármelo contra el armario de mi habitación con el rollo fetichista de ir nombrando todas mis prendas o probándolas mientras Iñigo me comía entera, etcétera. Fueron unas semanas de mucha actividad sexual, acompaños de mucho morbo, sensualidad y fetichismo como solo Iñigo sabía hacer. Pero pronto íbamos a descubrir algo que iba a aportar mucho más morbo e intensidad a nuestra relación.

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