Por lo que me tumbé en la cama, cerré los ojos y me relajé, era en cierto modo como revivir de nuevo la famosa fantasía de hacerme la dormida, solo que para Iñigo tenía el aliciente adicional de llevar puestas unas braguitas de Laura. Con suavidad me levantó la falda y empezó lenta, pausada y hasta yo diría que tímidamente a acariciar mis muslos como si fuese la primera vez que lo hacía. Me trataba como con miedo, como si fuese nuestro primer contacto, como si al ponerme yo las braguitas de Laura fuese igual de virginal, mojigata y reprimida que ella. Y, lo curioso del caso, es que el hecho de que fuera tan despacio me entonó. Me gustó mucho. Pues desde hacía un tiempo mis relaciones sexuales con Iñigo eran ir directamente al grano y que, de repente, me tratara con esa fingida timidez virginal y me acariciase como si fuésemos unos adolescentes que nunca antes han tenido relaciones me motivó y excito de sobremanera. Por lo que sin darme cuenta cuando apenas me rozó por encima de las braguitas me sentí ya sumamente estimulada y excitada. Puede que a él le entonase el fetichismo de la ropa interior, pero a mí me entonó su comportamiento al tratarme y acariciarme así con tanta timidez y delicadeza.
Iñigo siguió acariciándome las braguitas con esa ternura y timidez tan insólita en él. Caricias suaves, sentidas y muy lentas. Como si saborease el momento de estar acariciando unas braguitas que pertenecían a una chica a la que jamás le habían hecho eso. Cierto que era yo quien llevaba las braguitas de Laura pero, en cierta manera, era como si de un modo fetichista eso me convirtiese en tan virginal y apocada como ella. Lo que más me sorprendió de todo este proceso fue que, en un determinado momento, abrí los ojos e Iñigo no se estaba acariciando a sí mismo, es decir, no solo no se había bajado su pantalón sino que ni tan siquiera se estaba acariciando él por encima de la ropa. Era como si solo quisiera disfrutar y gozar acariciándome a mí. Como si su mayor placer proviniese de restregar esas braguitas blancas contra mi entrepierna. Y, curiosamente, esto me excitó más todavía y sin quererlo solté un pequeño suspiro que sonó a un leve gemido. En esos momentos sus caricias se intensificaron, aunque nunca me llegó a acariciar por dentro de las braguitas, nunca, era como si lo esquivara, como si solo le estuviese permitido por fuera. Lo cuál al final me excitó más de lo que pensaba. Y, de repente, de forma totalmente inesperada (sobre todo teniendo en cuenta los pocos minutos que llevaba haciéndomelo) acabé teniendo un pequeño orgasmo y eyaculando en las braguitas.
Yo fui la primera sorprendida de haber eyaculado así tan pronto. Iñigo también se quedó un poco flipado pero complacido mirándome con satisfacción, como orgulloso del trabajo bien realizado, pero yo, en cambio, me sentí muy avergonzada. Supongo que fue el cocktail de muchas cosas lo que aceleró todo el proceso y que acabase pasando a los pocos minutos. Solo sé que para mí fue una experiencia muy especial y para Iñigo también. Digamos que entre los dos habíamos desvirgado esas braguitas tan inocentes y virginales de Laura. De todos modos esa iba a ser la última vez que íbamos a jugar con la ropa de mis amigas y como broche de oro a estos juegos fantasiosos fetichistas no estuvo nada mal. En el futuro nos esperarían nuevas fantasías también bastante originales y placenteras, pero ya nada relacionadas con mis amigas. Y en parte lo agradecía, porque el fondo me ponía siempre un poco celosa que cierta ropa de mis amigas fuese lo que excitara a Iñigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario