Debo decir que sus palabras fueron más que tranquilizadoras, pues le note tan preocupado por el tema como yo. Eso me relajó. De todos modos dejamos reposar la idea unos días más hasta que estuvimos convencidos de que no habría ningún riesgo para hacerla. Y, pasado esos días, nos surgió una buena oportunidad: no iba a tener clase de de 10 a 11 ese día porque el profesor ya nos avisó de que no iba a venir. El problema es que Iñigo tendría que faltar a la Universidad para acercarse a mi instituto esa mañana, pero no le importó perder esas horas de clase. Por lo que fijamos el encuentro para aquel día a las 10. Además, era un día emblemático, pues se trataba del 17 de Abril, es decir, se cumplía justo el primer aniversario desde que perdí mi virginidad con Edu. No me lo podía creer. Solo había pasado un año desde que había perdido la virginidad y parecía que hubiese pasado ya toda una vida. Esos 12 meses (tal y como demuestra este diario) fueron los más intensos de mi vida y me pasaron mogollón de cosas, y sobre todo tuve una vida sexual muy activa y apasionante. Me parecía tan lejano el 17 de Abril del año anterior. Parecía como si hubiese madurado muchísimo en esos 12 meses y como si fuese una persona totalmente distinta. Y así era. Fue un año muy intenso y alucinaba pensando que solo había pasado un año desde la perdida de mi virginidad. Y, de nuevo, un 17 de Abril iba a pasar a la historia al realizar una de las fantasías más arriesgadas y morbosas de toda mi vida.
Pues bien, llego el día siguiente, el esperado 17 de Abril. Cierto que esta experiencia no iba a ser tan memorable y remarcable como el 17 de Abril del año anterior (al fin y al cabo la virginidad solo se pierde una vez en la vida), pero sí que tenía un morbo especial el intentar hacerlo en mi clase del instituto. Yo la noche anterior le pregunté a Iñigo si quería que me vistiese de algún modo especial dado lo fetichista que era para estas cosas y me respondió que no, que le daba igual, que vistiese normal como cualquier día de clase. De repente paró en seco y me dijo: “Bueno, podrías…”. Yo pregunté: “¿Qué?” a lo que me contestó: “No. Nada. Eso mejor para otra fantasía. Ahora viste de forma normal, como quieras”. Eso de “otra fantasía” activó mi curiosidad y pregunté: “¿qué otra fantasía aparte de esta quieres hacer?” A lo que rápidamente me respondió: “No, nada, no te preocupes ahora de eso, tú vístete como cualquier día”. Por lo esa mañana que vestí con una simple camiseta y unos vaqueros y me dirigí a clase a esperar que dieran las 10.
Era curioso, a pesar de todas las fantasías realizadas en todo este tiempo, nunca había antes llevado a cabo nada en mi propio instituto y, por supuesto, tampoco en mi propia clase. Exceptuando aquella vez, dos años antes, que a Rafa le dio morbo que llevase en todas las clases la camisa desabrochada debajo del jersey no había vuelto a realizar nada de esas cosas allí. Por lo que era lógico mis miedos e inseguridades a que nos pudiesen pillar. De todos modos confiaba plenamente en Iñigo y sabía que no haríamos nada al menos que confiase plenamente en que había una seguridad total. Como era de esperar, allí se encontraba él a las 10 en punto a la puerta de mi clase. Nos dimos un beso y nos pusimos a charlar intrascendentemente sobre temas triviales para hacer tiempo a que la gente fuese saliendo. Como era lógico todo el mundo fue saliendo ya que todos sabíamos que teníamos una hora sin clase, pero aún así, a pesar de estar mi aula vacía, yo me sentí un poco amedrentada porque todas las demás aulas sí que tenían clase. Es decir, estábamos rodeados de gente por todos lados y era muy arriesgado que de repente alguien entrase en esa aula, aunque fuese por error, y nos pillase montándonoslo.
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