El diario de Noa: Capítulo 232º

La idea me pareció ingeniosa y ocurrente. Me gustó. Era excitante y morboso. Por lo que le dije a Iñigo: “genial, además tengo una camisa a rayas y un chaleco negro que me puedo poner”. A lo que enseguida él me contestó: “No, no, tiene que ser la misma camisa. La misma. El morbo es que sea la misma camisa”. Yo me quedé un poco contrariada por ese obsesivo interés porque fuese la misma marca de camisa. Por un momento se me pasó por la cabeza que Iñigo se planteaba pasarse por la casa de esta chica y cogerle sin que se diera cuenta esa camisa suponiendo que aún la tuviera (habían pasado ya 2 años desde que Iñigo había acabado el instituto). Por lo que un poco tímidamente le pregunte: “¿Es que quieres cogerle su camisa como hiciste con Pilar?”. Con una mirada frustrada él me respondió: “No. Si ni siquiera sé donde vive y apenas teníamos trato en el instituto. A lo mejor ya ni vive aquí. Eso es imposible”. Por lo que le volví a preguntar: “¿Entonces?” A lo que ilusionado me contestó: “Dame un par de días, hoy en día en las tiendas de ropa de Internet se puede conseguir cualquier cosa y la conseguiré. Me pondré a buscarla hoy mismo”. Vaya que sí sabía que se podía conseguir cualquier cosa, aún tenía muy reciente lo que me había regalado por mi cumpleaños el Febrero pasado. Por lo que le dije que vale y que esperaríamos hasta entonces.

Y esto, que en principio, iba a ser solo motivo de expectación e ilusión por conseguirlo se fue convirtiendo paso a paso en una frustración total para Iñigo, pues a pesar de volcarse buscando en Internet por todas parte o, incluso, preguntando a sus contactos en la moda (su padre estaba muy relacionado con ese mundillo) no consiguió obtener ningún dato ni de esa camisa y de ninguna otra prenda relacionada con esa marca. Lo cierto es que el nombre de la marca, Buck, a mí tampoco me sonaba de nada. Por lo que Iñigo empezó a desesperarse y agobiarse con este tema y a perder, no solo interés por esta fantasía en cuestión, sino directamente en mí porque durante esos días de búsqueda infructuosa no quiso ni quedar ni nada. Fue como si le diera un bajón psicológico por no poder cumplir esa fantasía tal y como la había planificado. En un determinado momento le insinué que daba igual, que con cualquier chaleco, camisa y falda parecida ya podría llevarse a cabo, pero se negó en redondo, estaba claro que para él debía ser lo mismo para que fuese el morbo total que andaba buscando. Su carácter, según pasaron los días, se volvió más agrio, huraño y taciturno, casi ni le reconocía. Es increíble cómo no poder realizar una fantasía puedes llegar tanto a frustrar a una persona como Iñigo.  Pero era lógico, hasta ahora había podido cumplir todo lo que había imaginado y, ahora, que tenía en mente una fantasía muy especial para él no encontraba la manera de realizarla.

Lo que más me fastidió es que esta frustración y decepción de Iñigo repercutió en nuestra relación porque durante todos esos días no solo no hicimos ninguna fantasía sino que ni siquiera tuvimos relaciones íntimas. Se le apagó la chispa y la ilusión por lo nuestro y la fogosidad que había manifestado en todo ese tiempo desapareció por completo. Aparte de volverse más distante, frío, indiferente y hasta taciturno conmigo. Pasé de ser su novia maravillosa con la que quería compartir todo a ser la mujer invisible para él. Qué absurdo todo que por no cumplir esa obsesión de la camisa de rayas “Buck” se viniese abajo todo el interés por el morbo, fetichismo y encanto de nuestras fantasías. Pero así era. Así de absurdo era. Y, tras unos días así, lo que me irritó ya considerablemente fue una cosa que encontré una tarde buscando algo en su ordenador que encontré por error algo que me gustaría no haber encontrado nunca. Era un simple fichero de Word que estaba en una carpeta perdida el ordenador. Y ese fichero era una simple carta, una carta anónima, pero antes de adentrarme a contar lo de esa carta debería contar algo previo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario