Todo ocurrió unas 3 semanas antes de que yo encontrase esa
carta escrita en Word en su ordenador. Tres semanas antes necesitaba yo
comprarme un flexo nuevo para mi cuarto y fuimos yo a una tienda. En esa tienda
una de las dependientas conocía a Iñigo, aunque él no se acordaba de ella, pero
ella insistió en que habían estado juntos en preescolar, que solo estuvieron
juntos en preescolar y que ella se acordaba muy bien de él porque eran muy
buenos amigos. Iñigo le dijo sinceramente que no se acordaba de nada (¿quién se
puede acordar de esos a esas edades?) pero la chica estuvo insistiendo y
tonteando abiertamente con él a pesar de estar yo delante. De todos modos todo
quedó en una tontería y el resto del día ya no nos volvimos a acordarnos de esa
memez y se nos olvidó por completo. Lo único que recuerdo de esa chica, aparte
de lo exageradamente simpática y extrovertida que estuvo, fue su nombre
(Patricia) porque lo repitió varías veces para ver si Iñigo se acordaba al
menos de su nombre y que era muy alta, mucho más que yo, incluso diría que casi
1,80 por lo menos. De todos modos, enseguida se nos olvidó todo y yo
francamente no volví a pensar en ello, al menos hasta 3 semanas después cuando
encontré ese dichoso ficherito de Word.
El dichoso ficherito de Word era una carta anónima dirigida a esta Patricia, y lo sé con certeza pues en el mismo fichero estaba la dirección de la tienda con la intención de echar la carta de forma anónima bajo la tienda para que ella la leyera. Era muy descarado todo lo que allí ponía. Nunca se identificaba con su nombre, pero le insinuaba que se conocían hace tiempo, que ella le gustaba mucho, que le gustaba mucho su forma de vestir y finalmente le daba una cuenta de MSN por si quería contactar con él. Esa cuenta de MSN no era la oficial de Iñigo. Yo no la conocía y estaba claro que la utilizaba para, de forma anónima, charlar con esta Patricia o incluso con otras chicas. Eso me dolió. Me dolió muchísimo. Quizás me dejé llevar por la imaginación y él nunca llegó a introducir esa carta bajo la puerta de la tienda y nunca contactó con ella. Quizás solo se lo planteó pero no llegó a hacerlo. Además, hasta ese momento la compenetración entre Iñigo y yo había sido perfecta y él estaba encantado conmigo y con nuestras fantasías. Pero ahora que andaba frustrado, deprimido y agobiado por el bajón ese que le dio ¿no estaría tonteando con esta Patricia a mis espaldas aunque fuese solo por el MSN? No sé, las dudas me comían, los celos me carcomían y, sobre todo, me sentía muy dolida porque yo a Iñigo le quería y fue el primer chico del que verdaderamente me enamoré.
Como comprobé que seguía comiéndome mucho la cabeza seguí indagando en su ordenador, rebuscando algún indicio o alguna prueba de que hubiese estado con ella. Estaba segura casi al 99% de que jamás había quedado con ella y que simplemente me estaba dejando llevar por mi imaginación. Quizás debí dejar de comerme la cabeza de una vez por todas y seguir mi relación con Iñigo, la cual, a pesar del bajón de los últimos días por esa obsesión que le entró y que le deprimió, había sido estupenda y genial compenentrándonos todo el rato. Pero justo cuando pensaba apagar ya su portátil descubrí otro ficherito de texto sospechoso que al abrirlo me llenó de decepción y desilusión, no porque en él se confirmase que se habían visto y que estaban juntos, sino porque se notaba que le gustaba mucho.
El dichoso ficherito de Word era una carta anónima dirigida a esta Patricia, y lo sé con certeza pues en el mismo fichero estaba la dirección de la tienda con la intención de echar la carta de forma anónima bajo la tienda para que ella la leyera. Era muy descarado todo lo que allí ponía. Nunca se identificaba con su nombre, pero le insinuaba que se conocían hace tiempo, que ella le gustaba mucho, que le gustaba mucho su forma de vestir y finalmente le daba una cuenta de MSN por si quería contactar con él. Esa cuenta de MSN no era la oficial de Iñigo. Yo no la conocía y estaba claro que la utilizaba para, de forma anónima, charlar con esta Patricia o incluso con otras chicas. Eso me dolió. Me dolió muchísimo. Quizás me dejé llevar por la imaginación y él nunca llegó a introducir esa carta bajo la puerta de la tienda y nunca contactó con ella. Quizás solo se lo planteó pero no llegó a hacerlo. Además, hasta ese momento la compenetración entre Iñigo y yo había sido perfecta y él estaba encantado conmigo y con nuestras fantasías. Pero ahora que andaba frustrado, deprimido y agobiado por el bajón ese que le dio ¿no estaría tonteando con esta Patricia a mis espaldas aunque fuese solo por el MSN? No sé, las dudas me comían, los celos me carcomían y, sobre todo, me sentía muy dolida porque yo a Iñigo le quería y fue el primer chico del que verdaderamente me enamoré.
Como comprobé que seguía comiéndome mucho la cabeza seguí indagando en su ordenador, rebuscando algún indicio o alguna prueba de que hubiese estado con ella. Estaba segura casi al 99% de que jamás había quedado con ella y que simplemente me estaba dejando llevar por mi imaginación. Quizás debí dejar de comerme la cabeza de una vez por todas y seguir mi relación con Iñigo, la cual, a pesar del bajón de los últimos días por esa obsesión que le entró y que le deprimió, había sido estupenda y genial compenentrándonos todo el rato. Pero justo cuando pensaba apagar ya su portátil descubrí otro ficherito de texto sospechoso que al abrirlo me llenó de decepción y desilusión, no porque en él se confirmase que se habían visto y que estaban juntos, sino porque se notaba que le gustaba mucho.
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