El diario de Noa: Capítulo 235º

Con lo fetichista y muy amante de la moda y el morbo que es Iñigo eso fue suficiente para captar su atención y sus preciosos ojos se posaron de nuevo en mí, acaparando mis palabras toda su atención y escuchándome aténtamente. Estaba segura de que no dejaba de pensar en cómo me quedaría ese conjunto que tanto le había fascinado en Patricia. Si conseguía que yo de nuevo fuese su objeto del deseo entonces se olvidaría por completo de esa absurda fijación por la dichosa Patricia y no volvería a pensar en ella. Hay que ver la de tonterías que hacemos cuando estamos enamoradas pero en esos momentos Iñigo era todo para mí y mi relación con él era más intensa que nunca. No iba a dejar que la atracción por otras rompiese lo nuestro. Aunque tuviese que recurrir a artimañas de tener que vestirme como le gustaban las demás chicas. Los chicos son volátiles y tontos, y hay que saber manejarlos, y a mí me encantaba encandilarlo así, pues he de reconocer que todo el rollo fetichista morboso a mí también me gustaba.

Sutilmente le pregunté: “¿Qué te parece la idea? ¿me quedaría bien?”. Él fingió desinteres en su respuesta, se le notó mucho, porque vi en sus ojos y en su rostro que estaba entusiasmado, pero solo se limito a decir: “bueno, sí, supongo, todo te suele quedar muy bien”. Lo dijo fingiendo desinsterés y apatía, pero estaba claro que había dado en el clavo y acabé rematando la faena diciendo: “¿Me acompañas entonces esta tarde a comprarme una camisa marrón así y una chupa de cuero marrón?”. Eso le animó y ya apenas disimuló el interés. Estaba claro que eso le hacía disfrutar y que con ello estaba consiguiendo eclipsar del todo a Patricia de su mente. Por lo que sin más demora salimos del bar donde estábamos tomando café y nos fuimos de compras.

Fue una verdadera gozada ver cómo se le fue ilumando el rostro a Iñigo, cada segundo que pasaba estaba más rebosante de ilusión y entusiasmo por comprarme esa camisa marrón y esa chupa de cuero marrón. Empezamos a ver varías tiendas y él no perdió el interés ni por un momento, es más, se agrandaba cada vez más. Lo cierto es que la cazadora de cuero no nos costó mucho encontrarla, era justo la que él quería y yo accedí todo el rato a sus deseos. La camisa marrón fue más complicado, porque a pesar de ver varias camisas marrones muy bonitas ninguna le satisfaccía del todo a Iñigo, ninguna era justo lo que andaba buscando. Estaba clarísimo que estaba buscando justo la camisa que había llevado la tal Patricia ese día que la vió y que hasta que no consiguiese exactamente la misma no pararía. Yo en ningún momento hice ninguna insinuación de que sabía lo de Patricia y me mostré todo el rato encantada por el interés con el que se lo estaba tomando lo de comprarme ropa.

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