El diario de Noa: capítulo 37º

No sé cuántos minutos fueron. Solo sé que fueron muchos (o que a mí me lo parecieron), pero que él demostrase tanta calma en aquel momento y que disfrutase tanto de verme tumbada en la cama simplemente con el chaleco abierto fue un acierto por su parte. Por que a mí me generó ansiedad e incertidumbre. No dije nada. Seguí fielmente en mi papel de hacerme la dormida. Mientras él se regodeaba y disfrutaba visualmente mirándome de pie de arriba abajo, como saboreando la pequeña hazaña que acababa de conseguir. Más cosas habrían de pasar aquella noche, y mucho más importantes y relevantes que lo ocurrido hasta entonces.

Finalmente mientras me observaba absorto de arriba a abajo comentó de forma sincera y natural: “Estás preciosa con esa camisa a rayas, te queda de maravilla con esos pantalones negros”. A todo el mundo le gusta que le halaguen y más si se dice en ese tono un poco meloso y emocional. Debo reconocer que la habilidad y tacto de Rafa para llevar a cabo esta fantasía me tenía totalmente acaramelada y estaba disfrutando más de lo que pensé en un principio.

Tras todos esos interminables minutos de solo observarme de pie tomó la decisión de volver a sentarse en la cama. Me miró fijamente, respiró y empezó a recorrer con solo un dedo de su mano las rayas de mi camisa. Primero solo las de las mangas y luego las de todo mi cuerpo. Debo reconocer que cuando pasaba el dedo por mis pechos me sobrecogía y estremecía, aunque también me pasaba lo mismo cuando pasaba por encima de mi barriguita. Jugaba con ese dedo. Hacía recorridos. Hacía dibujitos al mismo tiempo que recorría y, la mayoría de las veces, finalizaba en el cuello de mi camisa con el que jugueteaba.

1 comentario:

  1. debo decir que esta interesante la historia, continuala pronto me gusto

    ResponderEliminar