El diario de Noa: Capítulo 70º

Estaba apasionadamente comiéndome los pechos por encima de la camisa cuando soltó una parrafada que jamás olvidaría en toda mi vida. Pronunció cada palabra lenta y pausadamente, como resaltando la importancia de las palabras que estaba diciendo y el tono fue solemne y muy excitado. En ningún momento dejó de comerme los pechos y acariciarme el cuello mientras soltaba la parrafada, por lo que el efecto de dichas palabras se vio brutalmente incrementado por lo sensuales que eran sus caricias y tocamientos. Francamente es imposible poder acordarme de todo lo que me dijo, pero trataré de hacer un pequeño resumen que contenga lo más importante. Más o menos fue así:

“Ni te puedes imaginar lo mucho que me gusta como vistes. La de docenas de veces que me he quedado en los botellones mirándote de reojo y flipando por tu forma de vestir. Por lo bien que combinas las camisas con los jerseys. Lo elegante que eres. Lo bien que vistes siempre en plan pija y clásica. Con esas camisas tan preciosas y chulas que sabes llevar tan bien, con ese estilazo. Y lo bien que combinas esas camisas, sea con lo que sea, con tus pantalones o faldas, y que estilazo más guay que tienes. La mayoría de las chicas no saben vestir bien las camisas, pero en ti todo es tan natural y estás siempre tan guapa que es un placer verte y contemplarte. Nunca estás mal y tu ropa siempre me vuelve loco. Recuerdo sobre todo un día con una camisa negra y un pantalón blanco que estabas preciosa. Dios mío, cuantísimas veces he imaginado que te tocaba y te desnudaba aunque fuese algo de tu ropa, solo un poco, pero eso era ya para mí la mayor alegría del mundo. Porque tocar la ropa que tú te has puesto y combinado tan elegantemente me vuelve loco de pasión y deseos”.

No hace falta decir que, con lo mucho que me gusta a mí todo el rollo fetichista y de sentirme deseada por mi ropa, eso fue justo lo que necesitaba oír. Eso bloqueó mis defensas. Me las bajó del todo. Perdí completamente el sentido y me dejé llevar por el tremendo momento erótico que estábamos viviendo. Si además, no paraba de tocarme las tetas y el cuello, me produjo un subidón incontrolable de sumirme profundamente en esa sensualidad y en esa excitación. Y así lo hice, pues cai en un estado de atolondramiento, embobamiento y catarsis onírica que me dejó totalmente receptiva a las caricias de Rafa. Lo que más recuerdo de esos momentos de tal excitación es como estiré mucho el cuello. No sé porque lo hice. No se si quería que me besara o tocara más. Solo sé que me lo pedía el cuerpo y que estaba incontrolablemente excitada por las caricias de Rafa pero, sobre todo, por su inteligente y detonante parrafada.

1 comentario:

  1. esto es una puta mierda, enseña las tetas o el felpudo

    ResponderEliminar