El diario de Noa: Capítulo 92º

Nada más salir, Rafa me miró de arriba a abajo varias veces y me dijo: “Me alegro que te hayas metido la camisa por dentro del vaquero, me gusta mucho más así, es más sexy”. Ese fue uno de los momentos en que me percaté que ambos pensábamos igual sobre muchos temas respecto a cosas sexy, sensuales o eróticas, y aunque nuestras fantasías eran sumamente light era muy excitante saber que los dos opinábamos igual. Fue un poco cortante y ridícula la situación el uno frente al otro, finalmente yo dije: “Bueno, ¿y ahora qué?”. Tras la pregunta comprobé como los ojos de él se llenaron de brillo, de ilusión, de entusiasmo y casi de una inocencia infantil sobre todo cuando dijo: “Pues corre por todo el chalet esquivándome y yo te iré persiguiéndote”. Se me escapó una sonrisa al escucharle eso, parecía tan pueril, tan tonto, tan niñato todo este juego, no era digno de dos adolescentes que jugaban ya a ser mayores, pero aún así tenía el morbo suficiente como para probarlo. ¿Por qué no? Por lo que como una exhalación salí corriendo por los pasillos y escaleras del chalet al mismo tiempo que me reía por lo absurdo de la situación.

Ahí estaba yo, a mis 17 años, jugando al escondite por todos los rincones del chalet. ¿Absurdo? Pues sí. ¿Infantil? Pues sí. Pero si no se le da a la vida estos pequeños alicientes puede llegar a ser extremadamente aburrida. Además yo lo hacía por una buena causa, al menos una buena causa para mí, quitarme de la cabeza a Edu y Graciela, y la mejor forma de exorcizar esos recuerdos eran con juegos como estos. Al principio Rafa iba en plan lento y relajado, es decir, me alcanzaba, yo forcejeaba un poco, me liberaba en pocos segundos y volvía a irme a otro sitio. Afortunadamente el chalet era lo suficientemente grande para ofrecer multitud de oportunidades para esconderse o esquivarle. Aunque claro, siempre al cabo de un rato acababa siempre cogiéndome de nuevo. Pero volvía a forcejear, a resistirme un segundo y me volvía a dejar libre, y de nuevo a otro sitio. La mezcla de risas, acción y el subidón adrenalítico que suponía el estar continuamente escapando de sus manos acabó divirtiéndome mucho. Y por lo que veía a él también, pues tampoco paraba de reír y de disfrutar el juego.

Según fueron pasando los minutos, y el cansancio se fue apoderando de ambos, fue apagándose el interés poco a poco. Pero cuando pensaba que ya empezaba a no tener gracia el juego empezó a resultar más excitante de lo que suponía. Todo empezó cuando, por total sorpresa, me pilló por detrás y me agarró con sus manos los pechos. Yo estaba jadeando, al igual que él, por las continuas idas y venidas corriendo de un lado a otro, y sí que me excitó que en ese preciso momento me agarrase los pechos así con tanta fuerza, firmeza y resistencia. Yo, muy metida en mi papel, volví a forcejear, a resistirme, a intentar liberarme y a escapar de él. Pero esta vez ya no me dejó. No hacía más que agarrarme por detrás acariciando mis pechos por encima de la camisa. Yo volví a forcejear y luchar por librarme de sus tocamientos y caricias. Fue inútil. No era lo suficientemente fuerte para librarme de él. Finalmente Rafa habló: “¿Qué pasa? ¿Es que no te gusta esto?”. Sí que me gustaba y excitaba, pero yo, muy metida en mi papel, contesté “No, no, déjame en paz. Suéltame. Déjame”. Que yo siguiese a rajatabla el guión le debió excitar más todavía, porque noté como arrimó muchísimo más su entrepierna a mi trasero y con más fuerza acarició mis pechos. Percibí perfectamente, a pesar del pantalón, que él  tenía una erección y que estaba mucho más excitado de lo que yo estaba.

2 comentarios:

  1. No funciona hoy el panel de gestión de blogger. En cuanto funcione se publicará. Gracias por seguir día a día el blog.

    ResponderEliminar